qué desgraciaita era
de comer el pan por manita ajena
siempre mirándole a la cara
si me la ponen mala o buena
aquél que le pareciere
que mi penita no era ná
siquiera por un momento
que se ponga en mi lugar
que las marecitas de toditos los gitanos
que todas iban hacia el tren
y yo como marecita no tenía
nadie me venía a ver
trin, trin a la puerta llaman
en el barrio de Triana
se habían echado a temblar
cuando llegó Curro Puya
la piedra fundamental
hasta los olivaritos del valle
yo acompañé a esta buena gitana
y yo le eché mi brazo por encima
y la miré como a mi hermana
y si no es verdad
que Dios me mande la muerte
si me la quiere mandar