cuando yo me muera
te mando el encargo
que con las trenzas de tu pelo
me amarren las manos
por qué te fuiste de la verita mía
sin apelación
ahora tu vienes hincadita de rodillas
pidiendo perdón
eran dos días muy señalados
de Santiago y Santa Ana
le rogué a mi Dios
que me aliviara estas grandes duquelas que yo terelo
en el corazón